14 marzo 2007

Cuentacuentos 21: Matar formaba parte de la naturaleza de Laura

Matar formaba parte de la naturaleza de Laura, pero lo había descubierto demasiado tarde.
Empecé a amarla nada más verla por primera vez, una noche en la ópera.

Era de una belleza más allá de todo canon estético, sobrenatural incluso, había algo en ella que me atraía igual que la luz a una pequeña polilla, y no saber qué era lo que me obsesionaba, hacía que la deseara más todavía.

Y ella lo sabía, me tentaba, me llamaba con una canción que nadie más que yo podía oír, me iba esclavizando un poco más cada vez que nuestras miradas se cruzaban, con cada mirada la cadena que me ataba a ella se acortaba, y yo en vez de temer esta dependencia que desarrollaba con una total desconocida, sentía nacer en mi una dicha que me nublaba todavía más la razón.

Como un sediento me iba arrastrando hacia la fuente que manaba de ella, ávido de algo que sabía que podría ofrecerme sin temer las trampas que podría esconder.

Empecé a dormir poco, y a pasarme las noches recorriendo la ciudad con la esperanza de volver a verla, y ella, cada madrugada me ofrecía unos fugaces momentos, sabiendo que cada vez necesitaría más su presencia.

Con el tiempo empecé a observar en ella cosas extrañas, pero que mi mente enferma de amor no quería analizar.
Nunca la veía rodeada de las mismas personas más de dos noches, y en algunas ocasiones sus fugaces compañeros no volvían a ser vistos, esto último, más que extrañarme me reconfortaba, no podía soportar que otros tuviesen lo que yo ardía en deseos de poseer.

Nunca hablamos, porque nunca estuvimos lo suficientemente cerca, yo me acercaba ignorando todo lo que nos rodeaba, y ella me observaba con una extraña expresión en sus ojos, pero se desvanecía antes de que llegase a su lado.

A pesar de todo yo sabía que me deseaba, tanto o más que yo a ella, lo veía en sus ojos, y en su boca, en su forma de mirarme con una voracidad que no había notado en ninguna mujer, y que a pesar de asustarme un poco, despertaba una primitiva expectativa en lo más hondo de mi.

Este juego de seducción prosiguió unas cuantas semanas, haciéndoseme cada vez más insoportable no poder tocar su piel, que en la distancia me imaginaba suave y aterciopelada, de tan pálida que era.

Hasta que una noche, caminando como un demente por una calle desierta y oscura noté como una presencia me acechaba.
Debería haberme sentido aterrorizado, puesto que notaba como los pelillos de la nuca se me erizaban, y como mi cuerpo se tensaba, pero lejos de salir corriedo, me detuve y le dije a quien fuese, "te estoy esperando".

Y una voz a dulce como la miel y antigua como el tiempo me susurró en el cuello "por supuesto, pero yo a ti te espero desde hace mucho más".


Llega con casi dos semanas de retraso... culpa mía... más en Cuentacuentos

Publicado en Spaces el 19 enero 2007

1 comentario:

Carabiru dijo...

REBECA
Ummmm si es que a los hombres os va la caña de España, oye por cierto era pelirroja.....??no sé ..me parece...
23 enero 17:31
(http://espaciorebeca.spaces.live.com/)

Miri
Uf, se me han erizado los pelos de la nuca... creo que esta historia me recuerda a alguien. No era un asesino, pero casi. Era igual de fugaz que la chica que describes, e iguales eran sus intenciones.
Un besito,
Miri
22 enero 18:49
(http://coti-82.spaces.live.com/)

Álex
Hum... ¿Por qué todo me recuerda a mi ex-novia? Era igual de perversa, la desgraciada.
20 enero 14:06