08 diciembre 2007

Cuentacuentos 49: Cuando se quiso dar cuenta


Cuando se quiso dar cuenta, era otra vez otoño.
Había transcurrido un año y ni siquiera lo había notado.

Dejó caer la hoja recién arrancada del calendario, que se posó en el suelo de madera.
Noviembre había tocado a su fin... y no sabía bien cuando había pasado.
Estaba a punto de llegar el invierno y acababa de darse cuenta de que estaba en otoño.
Acababa de darse cuenta del día que era.
Abrió la puerta, que chirrió a modo de queja, y se quedó en el umbral contemplando absorta el paisaje que tenía ante sí.

¿Por qué no se había dado cuenta de que ya había pasado un año?

Empezó a caminar por el sendero cubierto de piedrecillas.
El suelo bajo sus pies crujía de la misma forma que el otoño anterior.
Los árboles salpicados por el prado se aferraban a un puñado de hojas con desesperación, igual que un año atrás.
El viento que azotaba su cara le traía exactamente el mismo aroma de aquel día.
El rumor de las olas estrellándose contra el acantilado parecía también el mismo.
Incluso las gaviotas dejándose llevar por las corrientes de aire se le antojaban las mismas que un año antes la habían acompañado en su paseo.

Parada casi al borde del acantilado, observó el horizonte, los pequeños barcos pesqueros que volvían a puerto.
Observó cómo el sol comenzaba su descenso, como cada día, como aquel día.

¿Qué diferencia había entre un año y el siguiente si todo parecía igual?

Con una sonrisa en los labios, la primera desde hacía un año, entendió que aquel día podía llegar a ser diferente, ella lo haría distinto, era la única que podía hacerlo.
Con ese pensamiento, libre al fin del peso que acarreaba desde hacía un año, saltó.


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